DISCO DEL MES RUTA 66 |
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THE MONARCHS Make Yer Own Fun (SHOCK) 1 2001
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¿Te acuerdas de cuando el rock australinano te la ponía dura? "Algo similar a Cheap Trick o Redd Kross, donde hay dos ingredientes b.sicos que a la manera de quien cocina un pastel pueden utilizarse en distintas proporciones, de manera que quedar. reflejado en el resultado final. Acostumbrado a boutades de starlettes de medio pelo, da gusto ver que alguien tiene las cosas tan claras" Estábamos avisados, así que no hay disculpa que valga. Cuando el se-llo barcelonés Penniman puso en cir-culación el sencillo que albergaba «2001», el tema que abre este disco, todos dimos un respingo al descubrir un himno rockero de magnitud, de esos que cada año sólo unas pocas veces te puedes echar entre pecho y espalda. Desde entonces todo era curiosidad por saber por donde po-dían ir los tiros del esperadísimo pri-mer larga duración de la banda de Brad Sheperd, y todo eran rumores que apuntaban las dos direcciones que parecían adivinarse: el rock en estado puro y el pop de influencia beatlesca. Algo así como unos Fla-min' Groovies etapa Sire pasados por el tamiz aussie, se pensaba. Sabíamos de la buenura de los im-plicados -un supergrupo antipódico en cuyo currículum aparecen los Fun Things, Hoodoo Gurus, Hit-men, You Am I, Screaming Tribes-men, Kryptonics o Bamboos es una cosa más que seria- más ninguno pensábamos que iban a ser capaces de mantener el nivel de ese pelota-zo que contenía el single inaugural. Pero basta dejar transcurrir los pri-meros cortes para convenir en que lo han conseguido, con dos cojones. Y desde las primeras notas uno se da cuenta de que está ante uno de esos escasos discos que a pesar de descubrir todas sus virtudes y se-cretos atropelladamente y a las pri-meras de cambio, te va a enganchar por ese sitio del que no conoces la manera de escapar. Contaba hace poco Brad She-perd (ver RUTA 173) que los Mo-narchs estaban definidos, a nivel mo-lecular, por un tapiz tejido con las armonías y lo melódico de los Bea-tles y el andamiaje que sustentaba los riffs de ases del pelo de MC5, Stooges o AC/DC -lo que resulta particularmente evidente en «Amen, brother»-. Algo similar a Cheap Trick o Redd Kross, donde hay dos ingredientes básicos que a la manera de quien cocina un pastel pueden utilizarse en distintas pro-porciones, de manera que quedará reflejado en el resultado final. Acos-tumbrado a boutades de starlettes de medio pelo, da gusto ver que al-guien tiene las cosas tan claras: defi-nitivamente, de ninguna manera más acertada cabe definir el sonido y personalidad de este cuarteto. Cierto que a veces en la mixtura se les ha ido la mano con el azucar -vgr. «The stalker waltz», única má-cula del conjunto-, pero no lo es menos que en «Make Yer Own Fun» hay no menos de ocho composicio-nes sobresalientes, y sobre un total de trece canciones el asunto no es como para tomarlo a broma: un pri-mer bloque con los cuatro temas que abren el festín -«2001», un abra-sivo «Loud» que hubiera
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despertado a los rockeros de Seattle en la épo-ca dorada de Sub Pop, «69 Monaro» y su irresistible estribillo con pegajo-sa voz femenina, o el pop a la ameri-cana de «That reminds me»-, el des-garrador baladón que pone el bro-che -«Unimaginable»- y por el me-dio el mencionado «Amen brother», los riffs trazados con precisión milimétrica de «Give it up for the band» y el evidente homenaje a la Sonic's Rendezvous que es «I'm on drugs». Vamos, que si el asunto te gusta en plan rápido, alto y tirando a duro, no te sentirás decepcionado. Y tam-poco si eres de los que cree que el pop y el rock pueden vivir separa-dos, pero su estado natural es el de matrimonio bien avenido. Leía hace poco que ya no había lugar para el rock hecho a la mane-ra tradicional, que sólo la actitud rockera pasada por el filtro de la electrónica podía asomarse de nue-vo a la palestra mediática sin produ-cir hilaridad en los responsables del gran aparato o desconfianza en los receptores naturales del producto. Me río con ganas ante semejante tontería, y creo que va siendo hora de reconocer que el rock puro hace tiempo que dejó de importar a na-die fuera de esta jodida secta des-tructiva en la que estamos metidos, y que mejor será que lo vayamos modelando a nuestro antojo, por ser nosotros, exclusivamente, quie-nes vamos a molestarnos en buscar-lo, filtrarlo de la paja y disfrutarlo, eso sí, al viejo estilo, como cuando el rock verdadero viajaba en jet pri-vado y meneaba multitudes. Este sentimiento, que si lo tienes no hará falta que te describa, es el que te va a hacer adorar este disco y escu-charlo hasta reventar los bafles. Puro Riffarama pop-rock, esta-mos ante el tipo de grabación que ese lector tradicional del Ruta, que cada mes lee, pondera y valora las opiniones que aquí se vierten, que aún pensando que tal vez estamos un poco gagás sigue creyendo que si de hablar de rock se trata seguimos siendo los que cortamos el bacalao -si es que queda alguno de esos que no haya huído despavorido tras ver aquí escrito el mes pasado que «Exi-le On Main Street» o «Forever Changes» son obras sobrevalora-das-, el tipo de disco, decía, que este perfil de lector debe adquirir inme-diatamente. Creedme, es absoluta-mente imposible no caer rendido ante esta joya, digna acompañante del «Charged» de Nebula y el «Shadows On The Sun» de Zen Guerrilla en el podium que premia lo me-jor del 2000. TEXTO - ©EDUARDO RANEDO |
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