Clem Snide era un gilipollas profesional
«EL FANTASMA DE LA MODA» ES EL TERCER ALBUM DE UNA BANDA, AFINCADA
EN NUEVA YORK, QUE TIENE SU MEJOR BAZA EN LAS CANCIONES DE EEZ BARZELAY.
UN GRUPO QUE, PARTIENDO DE SONIDOS TRADICIONALES COMO EL COUNTRY,
LLEGA A UNA INTRANSFERIBLE EXPRESIVIDAD ENTRE MELANCOLICA Y JUBILOSA.
DESCUBRELOS…
Eef Barzelay se parece a Buddy Holly. Ha heredado de Hank Williams
ese ritmo 3/4 típico del vals country y, sin embargo, tocaba punk
rabioso cuando a principios de los 90 despuntaban Sebadoh y Pavement.
Ruidosos orígenes para quien hoy muestra una pluma certera cual
bisturí y se arropa de un embelesado, cromático sentido musical.
En las apreciables canciones condimentadas por Clem Snide para su
tercer álbum -«The Ghost Of Fashion» (Cooking Vynil-Disc Medi, 2001)-
se reflejan destellos de afilada observación siempre teñida de empatía,
imágenes fijadas con el gélido asombro de una ingenuidad gradualmente
erosionada por la experiencia. Sirvan unos pocos versos, a medio
camino entre Chandler y Salinger, como muestra: ''Se supone que
los hermosos no deberían sufrir, y yo soy tan hermoso''… ''Me siento
como el cubito en tu vaso, deshaciéndose''… ''Tu lengua puede ser
afilada, pero en mi boca es tan suave''… ''Te desnudaré mientras
cuento un chiste, pero por favor no te rias mientras nado en tu
carne''… ''No lo crees pero es verdad, nadie es más feliz que tú''…
Clem Snide al completo: una banda
en pleno crecimiento que merece la atención del público rutero
Son flechas envenenadas dirigidas al corazón y la mente, inquietudes
producto de la vida en una gran ciudad y la consiguiente incertidumbre
en las relaciones sentimentales, pero su acompañamiento -el sonido
de un pequeño combo engordado por los arreglos de Jason Glasser
(teclados, violín, cello) y una moldeable sección de viento- nos
transporta a los orígenes rurales de la música americana desde una
perspectiva sutilmente posmoderna. «You Were A Diamond» (Tractor
Beam, 1998) y «Your Favorite Music» (Cooking Vynil, 2000), sus anteriores
trabajos, sólo apuntaban lo que aquí estalla en un arcoiris de sensaciones,
de la distorsión al susurro, de la tristeza a la euforia. Todo un
descubrimiento en estos tiempos de impostadas amarguras y alegrías
idiotas. Eez, su nombre es hebreo, me confiesa que escucha con deleite
lo último de Ron Sexsmith y Bonnie Prince Billy. Sus canciones caen
a medio camino de ambos, pero su mundo es totalmente propio. El
de un bardo con una especial sensibilidad perdido en un mundo superficial
y vanidoso. Un chico enclenque y cuatro ojos cuya miopía le permite
enfocar el detalle con mayor resolución. Sensuales o ásperas, melancólicas
o ridículas, sus rimas y tonadas acabarán atrapándote.
Clem Snide suena a nombre propio…
Sí, como Jethro Tull… Es un personaje de una novela de William Burroughs.
Al leerla me gustó como se describe al personaje, ''un gilipollas
profesional''. Pensé que era divertido. A veces me arrepiento de
haberlo elegido, no era el modo más original de dar con un nombre
para un grupo. Además Burroughs ya está muy sobado: Steely Dan,
Soft Machine, etc. Es un nombre estúpido, pero muchas grandes bandas
tienen un nombre así. Beatles, Led Zeppelin. Un nombre se hace,
no nace.
Orígenes punkoides, presente folk-pop.
¿Cómo fue esa evolución?
Empezamos en 1991, en Boston, con Eric Paul a la batería y Jason
Glasser al bajo. En aquel entonces yo tenía escritas tres o cuatro
canciones. Nos juntamos básicamente para pasar el rato, no había
grandes expectativas. Un par de años después añadimos un saxofonista.
Y empezamos a tocar esa música ruidosa, groovy, a lo no wave, tipo
James Chance. Era divertido, nos sentaba bien; fue una especie de
terapia de grupo, pues en aquella época todos nos sentíamos confundidos,
frustrados, llenos de angustia. A nivel personal fue algo especial,
me sentía bien tocando con esos tíos. Cuando me mudé a Nueva York,
Jason vino poco después. La banda se había separado, pero yo seguí
escribiendo canciones y actuando en solitario por Nueva York con
el alias Clem Snide. Dos años después, Jason y yo empezamos nuevamente
a trabajar juntos. No sé realmente porque pasamos de aquel sonido
punk-rock a lo eléctrico/ acústico, creo que fue el resultado de
escuchar otro tipo de música y concentrarme más en la composición.
Quizás tus canciones, al hacerse más complejas,
te llevaron en esa dirección…
Bueno, al principio, cuando nos juntábamos para tocar, era todo
pura emoción, ni siquiera había canciones, tocábamos cualquier cosa
que se nos ocurriera, yo gritaba a todo pulmón. Hay un par de grabaciones
de aquella época, nos gustaría publicarlas si pueden adecentarse
a nivel de sonido. En cualquier caso, al instalarnos en Nueva York
empezó a tomar forma lo que hoy conocemos como Clem Snide.
Tercer álbum de Clem Snide "The Ghost Of Fashion"
(2001)
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Eez Barzelay, segundo a la izquierda,
observador crítico de la superficialidad que nos rodea. «Me
inspiró vivir en Mahattan y ver a toda esa gente hermosa, pero tan
infeliz, deambulando por las calles. Empecé a pensar que en cierto
modo es una maldición ser tan hermoso. Todos quieren algo de ti
y te conviertes en una especie de fantasma» (Eez Barzelay)
Curioso que instalaros en Manhattan os
animara a tocar músicas tradicionales. ¿Qué artistas te educaron
en esos estilos?
Cuando empiezas a descubrir la música americana, si vas lo bastante
lejos, finalmente llegas a Hank Williams o a Buddy Holly. Ambos
me inspiraron mucho. Neil Young también me enseñó mucho acerca de
como escribir una canción. Llegué a un punto en que me interesaba
concentrarme más en las palabras, pues durante mucho tiempo lo que
más me había interesado era tocar la guitarra y buscar riffs guapos.
Me aburrí de eso y quise trabajarme las letras. Cuando te concentras
en las letras, quieres que la música deje mucho espacio libre a
las palabras, y un cadencioso vals country funciona muy bien en
ese aspecto, es más lírico por naturaleza.
Sin embargo, a menudo rellenais ese espacio
con arreglos y todo tipo de instrumentos. El sonido del álbum es
en ocasiones muy denso…
Eso es cosa de Jason. Es nuestro productor, especialmente en el
último disco. Nuestro anterior álbum lo publicó Sire, una multinacional,
y la experiencia no fue buena. Al entrar al estudio para grabar
«The Ghost Of Fashion» la sensación era de liberación, y Jason propuso
que probáramos otras cosas. «Your Favorite Music» también suena
denso, pero de un modo distinto, hay más cuerdas. Yo aporto las
canciones, Jason juega un gran papel en la forma de grabarlas. Luego
está Pete Fitzpatrick a la guitarra, que se ha unido al grupo para
este disco, es increible, ha aportado cosas muy buenas. Eric Paul
a la batería también ayudó lo suyo, claro. He trabajado diez años
con Eric y Jason, confío plenamente en ellos.
Lo primero que me gustó del álbum fue
su título, «The Ghost Of Fashion». ¿A qué hace referencia?
Supongo que no precisamente a las rebajas posnavideñas. No estoy
muy seguro de lo que significa. Me interesan las cosas invisibles,
son siempre buen material para una canción. La mayoría de canciones
del álbum tienen un tema común, lo ví al reunirlas: ¿qué ocurre
cuando alguien es famoso, o está de moda, y su fama se desvanece?
¿A donde va esa fama? Se puede decir lo mismo de algunos sentimientos.
No sé cómo explicarlo. Los sentimientos que describo son de los
que no duran mucho tiempo. La lujuria, la vanidad, esa clase de
cosas son las que me han inspirado.
Hay canciones, como «The curse of great
beauty», que a primera vista pueden parecer irónicas.
No hay ni una gota de ironía en todo el álbum. En ese caso concreto
se trata de algo que me parece bastante obvio. Supongo que me inspiró
vivir en Mahattan y ver a toda esa gente hermosa pero tan infeliz
deambulando por las calles. Empecé a pensar que en cierto modo es
una maldición ser tan hermoso. Cuando eres así todos quieren algo
de ti y te conviertes en una especie de fantasma. Aspiras a trascender
esa belleza pero no puedes, te sientes atrapado en un cuerpo hermoso.
Del mismo modo que alguien muy feo se siente atrapado en el suyo.
Pero los feos son más divertidos y a menudo
tienen buen corazón…
¡No siempre! La mayoría de personajes en estas canciones son gente
superficial. Me interesaba llegar al corazón de esa clase de vanidad.
Pese a todo, siento cierta compasión por esos personajes, aunque
al mismo tiempo me ría de ellos.
Otra canción memorable, «No one's more
happy than you», finaliza el disco en una nota eufórica.
Me gusta esa canción, pisa la línea que separa lo muy optimista
de lo muy pesimista. En cierto modo es una canción esperanzada,
un mensaje de esperanza para gente que no se gusta a si misma. Pienso
en la gente de New Jersey, por ejemplo. De hecho en la letra se
menciona Hackensack, una población de New Jersey.
La joya, sin embargo, es «Joan Jett of
Arc». ¿Cómo se te ocurrió mezclar ambos iconos de protofeminismo
juvenil?
Ni siquiera sé como se me ocurren esas cosas ridículas, me vienen
a la mente. Cuando escribo me gusta tomar cosas opuestas y hacerlas
encajar en una canción. Llevar a un personaje mítico a un entorno
más superficial y suburbano. O juntar algo tonto y divertido con
algo triste, mórbido. Es una buena fórmula. En lo musical ocurre
lo mismo. Se trata de tomar un arreglo un poco anticuado y mezclarlo
con un sonido más moderno. Un buen contraste.
Que paradójicamente os distancia de la
legión neo-country actual. ¿Te sientes ligado a esa escena?
Realmente no. Nunca he seguido ese revival, prefiero la vieja música
country. Mucha de mi inspiración viene de la música antigua. Me
gusta hacer lo que me da la gana, esa es mi filosofía de la vida.
Quiero libertad absoluta, no quiero seguir ninguna filosofía musical
concreta. Si deseo meter trompetas en un tema, las meto, y si quiero
un coro gospel, lo mismo. Cualquier cosa que encaje en la canción.
Copyright
RUTA 66, 2001 - Nº 178
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