Love And Theft (Columbia)

1. Tweedle Dee & Tweedle Dum
2. Mississippi
3. Summer Days
4. Bye And Bye
5. Lonesome Day Blues
6. Floater (Too Much To Ask)
7. High-Water (For Charley Patton)
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8. Moonlight
9. Honest With Me
10. Po' Boy
11. Cry A While
12. Sugar Baby

De la existencia como mala pasada

Una vez más, y para no romper con una vieja tradición cuyo comienzo se remonta a mediados de los años 60, el lanzamiento del nuevo álbum de quien es universalmente considerado el artista de mayor talento de la cultura rock, ha generado todo tipo de reacciones. Hay quien ha visto en "Love And Theft" la enésima obra maestra de su autor, uno de los discos más importantes de la dilatada trayectoria de Bob Dylan; y hay quien ha considerado dicha entrega como una referencia muy por debajo del extraordinario "Time Out Of Mind", su anterior colección de canciones, publicada en 1997. Aunque yo no suscribiría por entero los juicios de valor incluidos en las elogiosas críticas que le han dedicado las revistas Mojo y Rolling Stone, el álbum en estudio número 30 del cantautor americano ha convencido plenamente a quien firma estas líneas, y, a buen seguro, colmará las expectativas de la mayoría de nuestros lectores.

Correctamente producido en solitario por el propio Dylan, bajo el seudónimo Jack Frost, y grabado la pasada primavera en un período de dos semanas con la participación del legendario organista tejano Augie Meyers (Sir Douglas Quintet, Texas Tornados) y de los cuatro integrantes de la compenetrada, versátil banda que, en la actualidad, le acompaña en vivo (los guitarristas Larry Campbell y Charlie Sexton, el bajista Tony Garnier, el batería David Kemper); "Love And Theft" puede ser considerado, a nivel estrictamente sonoro, una sólida y vigorosa revisión de varios géneros de la música popular americana del siglo XX (folk, country, blues, rhythm & blues, western swing, rockabilly...; las fuentes de las cuales la obra de Dylan ha bebido desde sus lejanos inicios), en la que, para sorpresa de algunos, nuestro hombre también introduce elementos de jazz e, incluso, de lo que denominamos tin pan alley.

"Cada paso del camino, seguimos la línea/Tus días están contados, como lo están los míos/El tiempo se acumula, luchamos y reñimos/Estamos todos encerrados, sin ningún sitio al que poder escapar" ("Mississippi")

El maestro le da a la Viagra y descubre hurtos amorosos con trasfondo musical rootsy

Respecto a los textos de los doce temas originales que contiene, señalaremos que, en ellos, Dylan -el gran poeta americano de nuestro tiempo; todavía, como letrista, ''un gigante entre pigmeos''- sigue ocupándose de, principalmente, su agitada vida amorosa, haciendo públicos los desdichados avatares de la misma. A muchos sorprenderá que, sin embargo, quien va camino de convertirse en un icono del padecimiento afectivo de las dimensiones de Billie Holiday o Frank Sinatra, haya introducido en las piezas del disco recurrentes elementos humorísticos. Como ha señalado más de un escriba, escuchando los cortes de "Love And Theft", el oyente tiene la impresión de que, por una vez, el autor de "Tangled up in blue" ha decidido reírse de sus complejas circunstancias íntimas (hecho susceptible de ser interpretado como inevitable mecanismo de supervivencia, y que, artísticamente, ha dado bastante de sí).

En el caso de alguien cuya revolucionaria obra ha modificado sustancialmente el devenir del arte popular contemporáneo, parece inevitable que la producción más reciente de nuestro hombre sea siempre comparada con sus gigantescos logros del pasado. Desde este punto de vista, en honor a la verdad, y a pesar de lo que hasta ahora se ha escrito en la prensa musical sobre el disco objeto de esta reseña, estamos obligados a señalar que "Love And Theft" no llega a las insuperables cotas de excelencia estética que caracterizaron los diversos discos esenciales en su momento registrados por Dylan. Es notorio que no nos hallamos ante un "Blonde On Blonde" (1966) o un "Blood On The Tracks" (1975). Por sí solo, el álbum no garantiza a Bob Dylan un lugar privilegiado entre los más grandes (algo que, contrariamente, sucede con, entre otras, las entregas antes mencionadas, o con la referencia que le precede en el tiempo). Con todo, el nuevo disco de Zimmerman prueba que el en su momento genial autor está creativamente en forma, y que, a sus sesenta años, aún es capaz de entregarnos canciones, cuando menos, remarcables, y, en el mejor de los casos, extraordinarias (escúchese piezas como "Mississippi", "High water" o "Sugar baby"; sin duda, los mejores momentos del álbum). Resulta evidente que muy pocos músicos de su generación todavía en activo (¿Eric Andersen?, ¿Neil Young? ¿Richard Thompson?) pueden hacer lo mismo.

TEXTO - ©Angel Maeztu

© Copyright RUTA 66, 2000 - Nº 177