Uno ya no sabe qué destacar de un concierto de Iggy. O de su figura en general. Son muchos años ya viéndole desgañitarse encima de un escenario, paseando esa clase única de arte salvaje que despliega como muy, muy pocos. El hombre lleva casi 3 meses en la carretera, en uno de sus tours más largos en tiempos recientes por el viejo continente, siendo Donosti, Madrid, Sant Feliu de Guíxols y Vigo las ciudades españolas escogidas para disfrutar de las inmortales canciones de la iguana de Detroit.

Por diferentes circunstancias y casualidades de la vida, asistimos a 3 de ellos, quedando el show de Donosti fuera de nuestro particular tour. Y como si de una especie de in crescendo inesperado se tratara, cada concierto superó en intensidad al anterior, acabando en el que nos ocupa como el más fiero de los 3. Vale, en Madrid era un teatro, sentados, pero al 3er tema la gente no pudo contenerse y se abalanzó hacia el escenario como si no hubiera un mañana. Los 5 colegas hicimos lo propio, saltando del palco como adolescentes sin importarnos la distancia al suelo que había que afrontar, en una maniobra necesaria para esquivar la negativa de la seguridad de la sala a que accediéramos a esas primeras filas de pie improvisadas.

Y cuando la magia aparece una vez, ya no esperas nada de la siguiente parada: festival Porta Ferrada, en Sant Feliu de Guíxols. Negativo. Si en Madrid fue al 3er tema, aquí el personal saltó de sus sillas con los primeros acordes de Five foot one, tema (¡temazo!) que ha abierto sus conciertos, solo precedido por una instrumental en la que brilla Noveller, la brillante guitarrista reclutada para esta gira, y que también participa en su último álbum “Free”. Público y banda desbocado, una marcha más que en Madrid, “el puto Iggy siempre tiene un truco escondido”, “cómo domina el escenario el cabrón”. Tocamos el cielo por segunda vez y la resaca emocional aparece instantánea en los ojos de algunos amigos, con lágrimas por la mezcla de emociones que puede llegar a producir un artista que tanto te ha marcado, para bien.

Cuando parecía que éste era nuestro punto y ¿final? con la iguana nos damos cuenta de que no acababa aquí la cosa, que iba a tocar en Vigo en unos días, después de 3 conciertos por Europa. Y que Vigo justamente era el destino final de nuestras vacaciones. Vaya, qué putada. Volver a ver a Iggy Pop.

En el marco del festival Latitudes, situado en el puerto de Vigo, veríamos 3 bandas más acompañando al mito. 2 bandas locales abrieron fuego, Furious Monkey House la primera de ellas con su rock popero propulsado por la insultante juventud de sus componentes, seguidas por Aphonnic, metaleros que no consiguieron captar nuestra atención. Así aprovechamos para pasear por el recinto, ver la bonita puesta de sol y las increíbles vistas de la costa viguesa, y acercarnos a las primeras filas para recibir la 3ª lección del maestro, el abuelo del punk, uno de los seres más geniales que ha dado la música popular.

Otra vez. Otra vez, calcando prácticamente el mismo repertorio que las 2 veces anteriores, es capaz de hacer que el concierto sea diferente. Por los varios detalles, por el público, por la sorprendente energía y superior complicidad que desprende la banda (la mejor que ha tenido en tiempo) en esta ocasión, pero sobre todo por ÉL. Porque, aunque viva en Miami como un capo, tenga la vida solucionada, y haya vivido 10 vidas en 1, sigue siendo capaz de transmitir algo, que no alcanzas a definir, pero tiene “eso”. Hay algo en su mirada mientras canta “Gimme danger” que sigue poniendo la piel de gallina. O cuando atacan “I’m sick of you”, aquel tema colgado de sus primeros tiempos con los inmortales Stooges. Porque ésta es otra: no hace un “greatest hits” al uso, si no que se centra en su primera etapa con los mencionados Stooges y los discos con Bowie más el genial “New Values”. De los 80’s en adelante, nada, exceptuando las pocas incursiones en su reciente “Free”. Y no lo echas de menos. Su mejor música fue esa, aun teniendo cosas más que interesantes en sus otras etapas. “Mass production” suena increíble con la banda enchufadísima, como un mantra doom acojonante; “Endless sea” es otra de sus sorprendentes elecciones para el repertorio y se agradece. Esto también es para ti, fan, que llevas quemando sus discos toda la vida. Y cuando enlaza “Lust for life” con “The Passenger” piensas que el hombre lo ha logrado: pone de acuerdo a fauna de todos los colores botando y berreando como animales, con temas que han conseguido colarse en la lista de clásicos atemporales, que van a estar ahí cuando tú y yo ya no estemos aquí. Y te invade la felicidad. Es la extraña complicidad con el, en su momento, perdedor, que la vida al final le da premio. Y cae un “Search & destroy” absolutamente atronador pero no se va, vuelve, atacan “Fun house”, lo rematan con el caos sonoro que es “L.A. Blues”, con la sección de vientos luciéndose, y uno vuelve a presenciar escenas de gente emocionada.

Parece como si Iggy se estuviera despidiendo de los escenarios. Ya solo en la tarima, soltó algo así como “me lo he pasado muy bien estos días”. Y nosotros, Mr. Pop, y nosotros. Gracias. ¡Ah! Luego tocaron Vaccines. Sus hits bailables conectaron con un público más joven. Pero nosotros seguíamos conectados a Iggy, a su gloriosa figura eterna. Se lo ha ganado. Todo. Sigue siendo el mejor.