Introducida, que no teloneada, por un dúo de féminas interpretando a capella deliciosas canciones en castellano, balear y hasta latín, la banda Ljubliana and the Seawolf hizo su entrada ayer sobre el escenario de la sala Apolo 2.

Un Pol Batlle con guantes largos de lo que parecía lamé dorado, sombrero Luís XIV a lo Jack Sparrow y bigote espeso, entró al frente de su banda de bajo, guitarra, batería y percusión y efectos para servirnos hora larga de espectáculo.

Porque Ljubliana and the Seawolf es música -glam, kraut rock, grunge, sicodélia- però también, por encima de todo, un buen show.

Personaje histriónico, poliédrico e iconoclasta, Pol Batlle, Ljubliana, entiende el sentido del espectáculo y no regatea efectos, secundado por una banda impecable, en la que juegan un papel desctacado las proyecciones de vídeo sobre las que se teje una iluminación potente, colorista y efectiva.

Una voz por encima de la media, unas composiciones bien trabajadas y total entrega, a Ljubliana no se le caen los anillos ni para saltar del escenario y cantar aupado por un público más que entregado sin parecer en ningún momento nada remotamente parecido a un hooligan.

La banda desgranó su primer disco, Libra, con canciones tan buenas como «Dare I ask why?» o la canción en castellano «Tiempo», pero se atrevió incluso con un tema de Pixies y algun que otro cover coreado por un público que sabia lo que habia venido a ver.

El espectáculo es fresco, rompedor e inteligente, de modo que, si continúan así, no hay límites para su proyección futura, que se augura de mucho, mucho alcance.