Poco queda por contar de un grupo tan legendario e influyente como MC5, adalides del rock energético y crudo parido desde finales de los sesenta en la Ciudad del Motor, Detroit, sentaron las bases en unos pocos años de mucho de lo que vendría después. Su high-energy, proto-punk o como quiera llamarse influenció a la escena del CBGB, al punk, al grunge y a cientos de bandas actuales que regurgitan el legado dejado por ellos o los Stooges. No es de extrañar entonces que el status de la banda haya gozado de mejor salud en los últimos 20 años que en los de su existencia, y que el único miembro original a día de hoy en la banda, Wayne Kramer, haya resucitado desde 2003 diferentes versiones del combo, hasta llegar el momento en el que se cumplen 50 años de la grabación de su disco clave “Kick Out The Jams”, y también, el de la publicación de su autobiografía. Un Kramer de 70 años ha logrado reunir a unos acompañantes de lujo, de esos que marcan la diferencia al barajar la opción de pagar o no un tícket: Kim Thayil de Soungarden, Billy Gould de Faith No More, Brendan Canty de Fugazi, y el entrañable Marcus Durant en tareas vocales, alguien del que no teníamos noticias desde hacía demasiado tiempo, desde la disolución de Zen Guerrilla.

Con puntualidad máxima tomaron las tablas de un Apolo con poca asistencia, para iniciar directamente de forma casi correlativa a desgranar su mencionado disco debut en directo, uno de los “live albums” mejor considerados en los típicos ránkings del género. El falsete del instigador guitarrista aulló en “Ramblin’ Rose”, perfecta apertura, mostrando éste una energía desbordante, en una actitud comunicativa y de entrega digna de admiración, blandiendo su guitarra sin cesar. Todo ello antes de que Durant tomara la voz cantante para el resto del show, calzándose las botas de Rob Tyner, en clásicos como “Kick Out The Jams” o “Come Together”, envueltos en las proclamas activistas que siempre lanzaron los MC5. Para entonces, constatamos que la banda se encontraba más segura y conjuntada de lo presenciado el pasado junio en el Azkena vitoriano, donde además la actuación se vio lastrada por el mal sonido. El blues de John Lee Hooker “Motor City’s Burning” y la coreada e inevitable “Rama Lama Fa Fa Fa” mantuvieron la tensión, con un Durant desgañitándose como de costumbre.

“Borderline”, “I Want You Right Now” o “Starship” sacaron su faceta más caótica, desplegando esta última momentos de experimentación ruidista que alargaron el minutaje del tema entre momentos jazzísticos y de improvisación. La rítmica “Tonight” enlazó con una segunda parte del bolo más asequible, al margen del icónico álbum, con la sala bailando sin freno. Kramer se colgó la acústica en “Shakin’ Street”, antes de que la voz del gigante Durant imprimiera el soul necesario a “Baby Won’t Ya” o ese toque sixties a “I Can Only Give You Everything”, mientras un Thayil discreto cubría al maestro de forma relajada y Billy Gould permanecía en segunda plano, aunque no podía evitar headbangear como de costumbre ante un repertorio tan diferente al de sus Faith No More.

Las proclamas políticas de Brother Wayne, más vigentes que nunca, encarrilaron una recta final que recuperó más momentos cumbre de su carrera: “Call Me Animal”, “Sister Anne” y la imprescindible “Looking At You”, otro tema bandera que supuso el broche de oro a la velada. La sensación al acabar no fue otra que la de confirmar el envidiable estado de un tipo como Wayne Kramer, quien tras haber tenido sus altibajos musicales y personales (incluidas visitas a prisión, problemas de drogas, etc.), pasea con honestidad el legado de una banda que seguirá siendo clásica de aquí a muchos años.