El sello californiano Burguer Records, con poco más de una década de existencia, se ha convertido en un referente para los amantes del garage-punk-rock renacido en los últimos tiempos. Ya sea en su vertiente más clásica o en otras propuestas más regeneradoras, ha conquistado el paladar de esa nueva generación que disfruta de los sonidos primitivos, la fiesta y el desparrame. Fieles defensores del formato cassette, bajo su nombre han grabado artistas como Ryan Adams, Redd Kross o Ty Segall. Para celebrarlo, la promotora del Primavera programó dos fechas consecutivas, Barcelona y Madrid, de una Burguer Invasion que aglutinó a seis bandas del sello, actuando en un mismo día, desde primera hora de la tarde, en un cartel variadito y representativo de lo que se cuece a día de hoy en el cuartel general de una de las discográficas punteras del underground yanki.

Abrieron temprano los ingleses Younghusband, con canciones tranquilas y envolventes, un pop guitarrero amable para entrar en calor. Temas como “Misguided Light” o “Better Times” sonaron, de una banda que no publica desde su “Dissolver” del 2015. Más experimental fue lo de Cotillon, pseudónimo bajo el que se esconde el newyorkino Jordan Corso, quien lider una banda que igual factura temas lánguidos de tres minutos como te sumerge en largos desarrollos instrumentales. Su “The Afternoons” aún está fresco, con canciones como “I Like People”. Más controlados tenía a The Molochs, quienes tienen puesta la oreja en sonidos facturados unas cuantas décadas atrás. Los angelinos animaron algo más el cotarro con temas más R&B como “New York” o “No More Cryin’”. La velada adquirió más intensidad con la psicodelia preciosista de Wand, quienes ya tocaron en el último Primavera Sound. Con la guitarra de Cory Hanson como reclamo principal, desgranaron durante una hora lo más granado de su reciente “Plum”, como la sugerente “Blue Cloud”.

Los gemelos Shears, como The Garden, incidieron en la vena punk de la escudería Burguer, ya avanzada la tarde y en el momento en que las cervezas iban haciendo efecto. Bajo y batería se bastaron para que el pogo hiciera acto de presencia, con ambos miembros a las voces, desplegando más agresividad el batería cuando se levantaba de su kit (con alguna base pregrabada mediante). Para rematar la noche, el punk-rock-hardcore “old-school” de los Dwarves, terminó de poner patas arriba las primeras filas. Una vez más, los de Chicago descargaron urgentemente sus temas de uno o dos minutos llenos de rabia, sentido del humor y diversión desenfrenada marca de la casa. Con el gran Nick Oliveri al bajo y el piquito de oro de Blag Dahlia, a las ya clásicas “Let’s Fuck”, “Drug Store” o “Astro Boy” de su clásico “Blood, Guts and Pussy”, se añadieron otras nuevas de su reciente “Take Back The Night”. Cuarenta minutos sin respiro solo interrumpidos por los irónicos speechs del larguirucho cantante. Perfecto colofón de una jornada que, aunque no logró congregar más de la mitad del aforo de la sala grande de Apolo, sí que nos permitió disfrutar de un abanico de propuestas interesantes, con la guinda de un bolo de los Dwarves, lo que siempre se agradece.