The Rolling Stones
Estadi Olímpic Lluís Companys
27/09/2017
Texto: Fernando Poveda
Y volvió a llegar el día, los Stones en la ciudad, pasan los años y lo que parece inimaginable acontece de nuevo, desafiando a las leyes de la lógica, la más grande banda de rock’n’roll de todos los tiempos ante nuestros ojos, todo apunta a que esta vez sí, por última vez en nuestra ciudad. Una década después de su última aparición en el mismo escenario, la gira “No Filter” como presentación de su álbum de versiones de clásicos añejos del blues más primigenio, presentaba a los Stones en un espectáculo libre de los grandes montajes de otras ocasiones, con un repertorio de dos horas y cuarto de clásicos incontestables, en el que lógicamente no estuvieron todas las que son, pero si son todas las que estuvieron. Poco importan los habituales comentarios, burlas o reproches acerca de su estado de los que no sienten a esta banda, los miles de fans que nos juntamos, de toda edad y condición, vivimos en una nube y con emoción desbordante el inmenso placer de asistir aún en 2017 a lo que supone un show de quienes inventaron todo esto.
La percusión tribal de “Sympathy For The Devil” rompió el silencio en un inicio inesperado, siempre se había situado en la recta final de sus giras anteriores, pero fue una excusa tan válida como otra para iniciar una sucesión de hitos creativos en una carrera que ya pasa los cincuenta años. “It’s Only R’n’R” y “Tumbling Dice” siguieron engrasando el motor, antes que se pagara un obligado tributo al nuevo LP, con las covers de “Just Your Fool” y “Ride’em On Down”. LP donde, al igual que en los primeros publicados en la primera mitad de los ’60, presentan respetos a sus bluesmen favoritos, y que nos volvieron a mostrar a un Ronnie Wood pletórico como siempre, tocando como los ángeles, sin perder un gramo de feeling y derrochando juventud y vitalidad eterna. Aún así, más sorprendente si cabe resulta la facilidad y el poderío que un incombustible Mick Jagger mantiene para dominar las tablas y comandar sin altibajos un show de tal envergadura a sus 74 primaveras. Fuente inagotable de rebeldía la de este indomable señor mayor, que se niega a dejarse vencer y que volvió a aplastar al 99% de los frontmen actuales. Una celebrada “Under My Thumb” o la elegida por votación “Rocks Off”, gema que abría el icónico “Exile On Main St.” prolongaron la fiesta bajo el mando del Sr. Jagger.
A mitad de bolo y tras las habituales presentaciones (la estructura del bolo sigue siendo la misma desde hace eones, todo está planificado al milímetro), turno para que Keith Richards tomara el mando ante el sonado reconocimiento de la gente, y cayera la inevitable “Happy” y una “Slippin’ Away” que volvió a transmitir la encantadora melancolía del pirata Richards. Cierto es, que la edad se muestra en él mucho más que en los otros, que metió alguna gamba y que buena parte del bolo anduvo ausente, pero a partir de “Midnight Rambler” el hombre pareció despertar, se activó y propulsó unos 45 minutos finales imbatibles y para el recuerdo. Antes, “Miss You” con el bajo de Darryl Jones al frente escenificaron el coqueteo de los Stones con la música disco de los últimos ’70, donde el famoso falsete de Jagger fue seguido por el público.
A partir de ahí, los Stones entraron en comunión, los astros se alinearon y con semejante repertorio aquello solo podía subir y subir. “Midnight Rambler” sonó tan trepidante como en “Get Yer Ya-Ya’s Out”, con la armónica de Jagger y el oscuro bluesy parón intermedio alcanzando el clímax, “Street Fighting Man” reafirmó el peligro y vigencia de un Jagger que aseguró una vez más que sólo puede continuar cantando en una banda de rock’n’roll, “Start Me Up” y “Brown Sugar”, desataron el desenfreno y la fiesta con Charlie Watts, quien como siempre, estuvo ahí, constante e impertérrito, sosteniendo los cimientos, y “Jumping Jack Flash” envió al mejor Richards, fuerte y seguro desarrollando el riff definitivo. No hubo descanso antes de los bises, y los Stones tiraron millas con “Gimme Shelter” y “Satisfaction”, sin levantar el pie, desplegándose por el escenario, y finalizando la celebración por todo lo alto antes de los habituales juegos artificiales. Si no vuelven, no hay queja posible del testamento que nos han legado, a partir de aquí, a seguir hasta que el cuerpo aguante, it’s only r’n’r…
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