Ross The Boss + Invisible
Sala Razzmatazz 3
16/03/2017
Texto: Max G. Lavarello
Nueva visita del guitarrista original de Manowar a Barcelona, que colgó el cartel de sold out en la sala pequeña de Razzmatazz. Y es que, si bien la legendaria banda de heavy metal norteamericana sigue activa y sigue convocando cantidades importantes de seguidores a sus conciertos (como sucedió en la primera edición del Rock Fest de Santa Coloma en 2014), lo cierto es que la formación que ha reunido Ross “the Boss” Friedman para celebrar los años en los que él estaba en el grupo que fundara junto al bajista Joey DeMaio, puede defender sin problemas y con sobrado oficio un repertorio conformado exclusivamente por viejos temas de los guerreros neoyorkinos, concretamente los incluidos en aquellos seis primeros álbumes, los que van de “Battle Hymns” (1981) hasta “Kings of Metal” (1988). Junto a otro viejo componente de Manowar, el baterista Kenny Earl Edwards, “Rhino” para los amigos (curiosamente, solamente participó en un álbum, “The Triumph of Steel”, que la banda publicara tras la salida de Ross de sus filas), el bajista Michael Lepond, proveniente de Symphony X y el prácticamente desconocido cantante Mark Lopes, Ross the Boss puso patas arriba la abarrotada sala tocando clásico tras clásico con un ímpetu y una fiereza indiscutibles, sin necesidad de toda la parafernalia escénica que suele formar parte de un concierto de Manowar, sin estúpidos discursos y sin pose de ningún tipo, dejando que la música hablara por si sola.
Abrió la noche el trío zaragozano Invisible, el cual me causó una grata impresión a pesar de no alcanzar a ver más que los últimos dos temas de su actuación. Una potente mezcla de hard rock y metal, con una base rítmica más que efectiva y un guitarrista poseedor de clase y buen gusto, que arrancó sinceras ovaciones del público. Recomendables. Tras una breve pausa, Ross y los suyos saltaron al escenario del Razz 3 dispuestos a llevarse todo por delante, incluso tocando con batería y amplificadores prestados por los teloneros (que hicieron sonar muy bien, por otra parte). El entusiasmo con el que los recibió la gente y las muecas cómplices de los músicos ya hacían presagiar que lo de aquella noche podía acabar siendo algo especial, como así fue.
Desde el pistoletazo de salida con “Blood of the Kings”, el tema que cerraba su celebérrimo “Kings of Metal”, hasta “Hail and Kill”, del mismo disco, con el que concluyeron el concierto, banda y público aunaron fuerzas en una comunión metálica de la que nadie salió decepcionado, antes al contrario. Con un Ross the Boss totalmente “on fire”, que nos deleitó con su arsenal de riffs y solos, ejecutados con precisión, y a los que imprimió un sutil cariz rockero (que se ve amplificado, obviamente, cuando toca con The Dictators, la seminal y sensacional banda de proto-punk rock que tan habitual es por estos lares), un Mark Lopes sorprendentemente eficaz en su nada fácil tarea de emular a Eric Adams, un Mike Lapond que, si bien tiene un estilo distinto a Joey DeMaio, es un monstruo del bajo, y un Rhino con una pegada y técnica incontestables (de hecho, muchos consideran que ha sido el mejor baterista que ha pasado por las filas de Manowar), pudimos gozar de un repertorio en el que abundaron, sobre todo, temas de su primer disco (las directas y más hard-rockeras “Death Tone” y “Metal Daze”, la ominosa “Dark Avenger” y la épica y coreadísima “Battle Hymns”), de su tercer álbum, “Hail to England” (la fiera “Kill with Power”, “Blood of my Enemies” y “Each Dawn I Die”, todas llevadas en volandas por un público entregadísimo), y del cuarto largo, “Sign of the Hammer” (del que sonaron la canción del mismo título, todo un clásico, “Thor (The Powerhead)” y “The Oath”), acompañados por tan sólo uno de “Into Glory Ride” (“Gloves of Metal”), otro de “Fighting the World” (el homónimo, otro clásico en su cancionero, antes del cual pudimos disfrutar de un solo de batería bastante entretenido a cargo de Rhino), y un par de “Kings of Metal” (las mencionadas y fabulosas “Blood of the Kings” y “Hail and Kill”, tema éste que fue precedido por una improvisación bluesera a cargo de Ross, y del cual Mark Lopes comentó que es su número favorito del repertorio de Manowar).
Una selección de temas muy acertada, si bien estoy seguro de que a nadie le habría importado poder disfrutar de otras gemas como “Wheels of Fire” o “Carry On”. Tras hora y media de actuación, la banda se retiró de las tablas, dejando a todo el mundo extasiado y medio afónico, y pensando, sin duda, que aquello había sido indudablemente mejor que cualquier concierto de los actuales Manowar. Ross, por su parte, demostró que sigue siendo “The Boss”, ya sea con The Dictators o, como en esta ocasión, tocando los temas de la etapa clásica de los amos del true metal. Gran, gran noche.
|