Que a uno de los grupos punteros de viola da gamba en Europa, l'Accademia del Piacere, se les haya añadido un cantaor flamenco, Arcángel, puede no ser algo extraordinario, dada la ductilidad a que nos tiene acostumbrados el estilo, que hemos visto y oído asociado a cualquier palo.

Pero independientemente de la excepcionalidad del experimento, que sin duda lo es, lo que pudimos escuchar ayer en la Sala Apolo, fue, y esto es lo importante, música con mayúsculas. Con un público heterogéneo y una muy buena asistencia, en este concierto auspiciado por el festival Connexions, Fahmi Alqhai y Arcángel nos regalaron hora y pico de música inspirada y de un nivel técnico inusual.

El experimento lleva funcionando ya cinco años y ha sido premiado con el Giraldillo a la Mejor Música de la Bienal de Flamenco de Sevilla 2012, y en este tiempo han conseguido dotar el machihembrado resultante de la naturalidad fundamental que logra que los seis músicos en escena brillen individualmente y en conjunto, entrando y saliendo sin tener que echar mano de suturas ni ortopedias.

Dada por supuesta la calidad artística de los músicos -los Alqhai, Johanna Rose, Cortés y «el mago del silencio» Agustín Diassera-, hay que consignar la excepcionalidad de Arcángel. Su prestancia en escena y su cante, tan respetuoso con el palo como su peculiar forma de entender el cante.

Es un placer no tan usual disfrutar de eventos de este nivel, que revelan que en estos momentos difíciles y delicados, el arte y la cultura sobreviven a pesar de todo.