Baroness + Cobra
Sala Apolo 1
08/03/2016
Texto: Max G. Lavarello
Volvían Baroness a Barcelona tras su última visita en julio de 2012, cuando tocaron en la Estraperlo de Badalona, presentando su doble álbum "Yellow & Green" (2012), el sucesor de "Red" (2007) y "Blue" (2009). Entonces, un escaso mes después de esa última actuación en tierras catalanas, tuvo lugar un hecho ciertamente traumático, que no fue otro que el accidente que sufrieron en Inglaterra mientras viajaban en su autobús de gira, y cuyas secuelas, tanto físicas como psicológicas, hicieron que su bajista y su baterista abandonaran el barco. John Baizley, voz, guitarra rítmica y alma mater de la banda, además de autor de las muy reconocibles portadas de los discos del grupo (y de los de otras bandas como Kylesa, Torche, Black Tusk o Kvelertak), tardó en recuperarse algo más que su compañero a las seis cuerdas, Peter Adams, pero tras menos de un año del casi fatal percance, la maquinaria volvió a ponerse en marcha con las incorporaciones de Nick Jost al bajo y Sebastian Thomson a los parches y los platillos. Es con esta alineación con la que han grabado su cuarto largo, "Purple", editado en diciembre del pasado 2015, un trabajo que retoma en cierto modo los temas más directos (aunque en absoluto carentes de complejidad), que facturaban antes del citado disco doble de tonos lima-limón, en el que la formación de Savannah, Georgia, abrazó un sonido algo más suave y melódico, que la llevó a cotas de popularidad más elevadas que las que había disfrutado hasta ese momento.
La sala Apolo presentaba una buenísima entrada para ver a estos adalides del metal contemporáneo, que, musicalmente hablando, se mueven en unos términos similares a los de sus vecinos de Atlanta, los ya establecidísimos Mastodon: grandes y pétreos riffs, grandes melodías, base rítmica demoledora y unas épicas “twin guitars” deudoras de clásicas bandas de hard rock de los ’70, con Thin Lizzy a la cabeza. Los bilbaínos Cobra fueron los encargados de calentar el ambiente con su metal salpicado de elementos de stoner rock, sludge y southern. Una buena actuación en la que lo más sobresaliente fue, sin duda, su poderoso y nítido sonido, cálido y cremoso, que dejó a los asistentes con un buen sabor de boca y preparados para el cabeza de cartel.
Abrieron Baroness su concierto con “Kerosene”, cuarto tema de su último disco, que, a la postre, tocaron casi en su totalidad, demostrando la confianza que tienen depositada en él. Y la gente respondió coreando estas nuevas composiciones con ganas, igual, de hecho, que las de “Yellow & Green” (cuyas canciones conformaron, junto a las del álbum violeta, la mayor parte del repertorio), las de “Blue” y las de “Red” (trabajos, ambos, de los que apenas entregaron un par de números). Hubo quien se quejó del set list, precisamente por obviar de forma tan evidente sus dos primeros discos (salvo esas dos excepciones, “The Gnashing” del azul e “Isak” del rojo, tema éste que un servidor y los demás presentes disfrutamos especialmente), y de esos interludios atmosféricos de teclado, a cargo del bajista, que Baizley (que horas antes había estado en una galería de arte de la ciudad, presentando sus ilustraciones) y Adams aprovechaban para afinar sus guitarras, pero nadie puede negar la entrega de la banda sobre las tablas, ni su cercanía con el público, ni su pericia instrumental, ni tampoco el buen sonido del que hicieron gala a lo largo de toda la velada. Cerró la actuación la gran “Take My Bones Away”, del disco amarillo, después de alrededor de hora y media de música, tras la cual Baroness se llevaron una fuerte y sincera ovación por parte del respetable.
En resumen, un buen concierto para quien esto escribe, satisfactorio teniendo en cuenta que no los veía desde su lejana presentación en la sala Be Cool, en el año 2009, y creo que para la mayoría de los que ahí estuvimos presentes. Veremos si la banda ha tocado techo en cuanto a su popularidad, pero está claro que, si están donde están, es porque lo merecen.
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