De nuevo me encontraba sentado frente a un escenario esperando ver el directo de, tal vez, como dijo en su día Quimi Portet, “el mejor entre nosotros”; la última experiencia no me había dejado escuchar mucho más que media canción en más de una hora de concierto, allí en ese Festival Acústica de Figueres de hace ya unos años. Tal vez su auténtico “alter ego”, llámesele Adrià o Josep, había tenido una mala tarde, así que en esta ocasión esperaba tener más suerte y poder disfrutar de aquellas canciones que la mayoría de los que estábamos allí presentes, los cuales rondábamos los 40 o más años de edad, habíamos vivido sin pasar por alto; gracias a ese sonido característico del que siempre las había defendido con fuerza, por el que siempre las había defendido con un estilo propio.

Las luces se apagaron mientras un foco iluminaba a ese grande que aparecía en solitario con silueta a lo Bob Dylan, al momento que empuñaba una guitarra mientras balbuceaba con su harmónica pegada al mentón canciones como “Senyor Doctor”. Se anunciaba una noche de viejos clásicos con los que asegurar el éxito, pero tras la interpretación de “La Carnisseria” de Ovidi Montllor, haciendo así hincapié en el veinte aniversario de la muerte del gran poeta i cantautor, que con muy buen ojo el Festival de Barnasants ha sabido rememorar, aparecía la Band Bang Bang que le acompaña actualmente, para empezar a desmenuzar los temas del nuevo disco que se avecina. Nuevas canciones ya anticipadas en el EP “Benvinguts al Desastre” empezaron a sonar entremezcladas con clásicos como “Solitud”, “Coral•lí”, “Atzucac” y “Jeu”. Difícil tarea la que se le presentaba al intentar estar a la misma altura compositiva después de más de diez años, pues según parece el talento no siempre aumenta con el paso de los años.

Cabe destacar la insistencia de Puntí en agradar al público, el entusiasmo en intentar hacer corear incluso aquellas canciones que aún se presentan como desconocidas por los presentes; pero la verdad es que la intensidad ya no es la misma incluso con los viejos temas, pues ahora allí donde parece no llegar la voz, sólo hay espacio para sonidos de guitarra que parecen inevitablemente no sufrir el paso del tiempo. Eso sí, poco antes de los bises, la gente se sigue emocionando cuando Puntí se sienta al piano y interpreta “Ull per Ull”, pues sin necesitar de una ejecución perfecta, sigue siendo una de aquellas canciones que mantiene al público en silencio, mientras cada uno de ellos la tararea por dentro sintiendo con piel de gallina.

Tras un breve descanso arrancan los bises con “De Muda en Muda” junto a ese memorable “Sí” que junto a Enrique Bunbury hizo desatar más de un “Freak Show” en épocas de experimentación. El rescate de “La Catximba” de sus primerizos Umpah-Pah junto a un enérgico “Sota una Col” anuncian el final del concierto. Se echaron de menos clásicos como “Muriel”, “María” o “Setze Jutges”, aunque esta última se arrancó en un momento por presumible “equivocación” de Adrià Puntí. Pero es que tal vez ha llegado el momento en que uno empieza a pensar que no sólo se vive de los clásicos.

Salgo del teatro con la sensación agridulce de ver a un alguien que a pesar de tener mucha intención, a día de hoy le cuesta ser quien fue algún día. Tal vez de nuevo un día no necesite emular a un Bob Dylan o a un Tom Waits con inglés inventado tras la cola de un piano, tal vez de nuevo un día sólo hace falta que recuerde que es Adrià Puntí y con ello es suficiente para seguir haciendo buena música.