Jim Jones ha decidido poner punto y final a su periplo junto al Jim Jones Revue con una última gira denominada “Last Hurrah”, tras siete años y tres discos se marchan dejándolo en lo más alto quizás por la poca respuesta del público, por fricciones internas o por la necesidad de emprender nuevos proyectos, algo que han asegurado sucederá. Tras haberlo visto sólo una vez en el Azkena de hace unos años, donde estuvo simplemente correcto y siendo lunes me costó decidirme, pero las buenas críticas de sus shows en salas (especialmente el de su primera vez en Sidecar) y el hecho de ser la última oportunidad, en una sala como Bikini, me hizo acudir al que es ya uno de los mejores shows que he visto este año.

El ex-Hypnotics ejerce de perfecto anfitrión, predicador salvaje y sudoroso, espoleando a los fieles que asistieron a esta última ceremonia para rendir tributo a sus dioses paganos tales como Little Richard o Jerry Lee Lewis. Los cinco miembros parecen salidos de una película, lo cierto es que uno por uno podrían ser protagonistas de alguna peli de pandilleros, gangsters o incluso de spaghetti westerns, van sobrados de chulería y de carisma. De todos modos es el líder quien maneja el cotarro, ya sea guitarra en mano con la que nos acribillaría en repetidas ocasiones simulando una metralleta o sin ella cual frontman loco y desquiciado, sacudiéndose despeinado y cazalloso mientras agita las maracas. Abrieron con “It’s Gotta Be about me” y “Never Let you Go” como en su último LP de hace un par de años “The Savage Heart” y incidieron en los singles de sus dos últimas referencias con “Shoot First” y “Where da Money Go?”, en un inicio más contenido aunque no exento de furia ni rock’n’roll, como en los discos mencionados.

En “7 Times around the Sun”, con el único acompañamiento de la trotona batería y de un speedico piano, una gozada corear el tema con Jones, el otro guitarra Rupert Orton y la actualizada versión de Paul Simonon, el bajista Gavin Jay, esta vez sin instrumentos, los tres en primer plano frente a los micros, en un tema gospeliano en clave hooligan, de lo mejor de la noche, mucha clase. Tampoco se olvidaron de su homónimo disco, quizás el más conocido y alabado por todos, con el que nos sorprendieron en 2008, y repasaron la machacona “Cement Mixer”, con Jones en postura a lo Elvis mientras daba lascivos saltitos por todo el escenario y “Rock’n’Roll Psychosis” donde ese piano nos introduce en un tema 100% “The Killer”. Así, se dieron a un fin de fiesta desenfrenado donde una sala repleta acabo rendida y vibrando hasta en el fondo de la misma, ante las constantes demandas de gritos y feedback, acabando con “Who’s Got mine?”, tema típicamente 50’s con el pianista tocando de pie al borde del colapso.

Durante los largos bises ya no levantaron el pie del acelerador, con más temas de su debut como “512” o la vacilona y bailonga “Another Daze”, antes de versionear al Rey en la rockandrollera “A Big Hunk O’Love”. Se despidieron con el hit que abría su primer disco: “Princess & the Frog” ante un público satisfecho y saciado que hubiera seguido la fiesta más allá de la hora y media que nos ofrecieron los ingleses. Saludando a las primeras filas y con una sonrisa desaparecieron conscientes de poner un broche de oro a esta corta aventura, una lástima ciertamente ya que no andamos sobrados de bandas de este calibre. ¿Será totalmente definitivo?, si es así seguro que las próximas entregas serán de nivel, la calidad está garantizada.