Después de Extraño weys, quarteto de hip hoperos con un DJ embozado en un traje sideral con ojos luminosos, aparecieron los seis miembros de Macrobukkake, nombre alusivo a una práctica sexual grupal, se supone que sin consecuencias sobre el escenario.

Percusión y batería, guitarra, teclados, bajo y voz masculinos, al que se añadió Demmy Sober, soberbia, estrella femenina invitada, o encontrada, que contribuyó a dar intensidad al final de un concierto ya de por sí vehemente, liderado por el guitarrista Oscar Martorell (Sanjays), que también cantó e hizo coros en los momentos más cercanos a la versificación, y la figura, tan convulsa que parecía también enchufada a la corriente, de David Cabello, personaje histriónico que se dirigió en todo momento al público en catalanglish, jerga todavía bastante impenetrable.

Sobre una trama de ritmos bailables dentro de un orden, Macrobukkake estructuró una hora larga de psicodélia, rock potente y electrizante en la que todos los músicos se entregaron al límite con solvencia y talento, dejando al personal con ganas de más, hecho que suponemos inherente a cualquier Macrobukkake que se precie.