No hace mucho en este mismo sitio, comentábamos las excelencias de Letz Zep, la banda clónica de Led Zeppelin. Siguiendo con esta fiebre y con una fidelidad y semejanza de lo más inaudito, se acercaba a Barcelona la banda húngara que rinde homenaje a sus adorados Kiss. Realmente y gracias a sus maquillajes, podríamos decir que se trataba de los auténticos y me atrevería a decir que en mejor forma, al menos en lo que respecta al gran Space Ace, que ultimamente estaba en una forma deplorable y su ¿doble? no solo tenía una gran presencia si no que tocaba como los dioses.

Los cuatro músicos abusaron de los gimmicks de Stanley y compañía, lo que aun le daba más credibilidad al asunto. Gene Simmons se atrevió incluso a lanzar fuego por la boca y como no, a sangrar bajo las notas de “God of Thunder”. El Gato sentado en una banqueta frente a la batería y con tres rosas en la mano que después repartiría, nos obsequió con “Beth”. Provocadores, se atrevieron incluso a retar al público diciendo que el de Madrid la noche anterior fue mejor. Como si de un dvd se tratara, así fue el concierto, con un set list de ensueño y tan solo les faltó el gran montaje que llevan los auténticos Kiss. La próxima vez no los dejes escapar, no te arrepentirás. Todo el mundo salió con una gran sonrisa en la cara.

De aperitivo tuvimos a Killing Machine, catalanes amantes de Judas Priest. Se presentaban con guitarra (Tyrant) y batería (Running Wild) nuevos, dando más consistencia que con la anterior formación. Realmente el punto flaco está en la figura del cantante, pero es que ni el propio Bruce Dickinson, Biff Bifford o Geooff Tate, le han llegado nunca a la suela de sus zapatos. Aun así, Turbo Lover (así se autodenomina) deja el pabellón con un aprobado alto pues aunque parezca mentira la mejor interpretación que hace quizás sea la más difícil, “Victims of Changes”, que increíblemente la borda. Otro punto álgido fue “Dissident Agressor” que además de sonar excelentemente da nombre al otro guitarrista. Y al igual que en los originales, a las cuatro cuerdas tenemos a The Sentinel, inamovible en su metro cuadrado pero machacando y marcando el ritmo como un reloj.