Casi seguro que ya hayas estudiado con detalle estas fotos antes de poner tu atención sobre estas líneas. Si no es así... deberías hacerlo, porque va a resultar dificilísimo poderte explicar sólo con palabras lo que allí vivimos los innumerables asistentes que llenamos la Razzmatazz el pasado 8 de noviembre. Para todos aquellos que ya le conocíamos, superó con creces nuestras expectativas. Para aquellos que asistieron por primera vez a uno de sus espectáculos... una experiencia inédita de lo que es una función casi teatral aderezada con la mejor música posible de la mano de monstruos como Billy Sheehan (Capitán General del bajo eléctrico), Jeremy Colson (Mr. Percusión), Dave Weiner (Ibanez 7-string fan) o el mismísimo Tony McAlpine como teclista y guitarras varias.

Qué se puede hacer con tanto talento sobre el escenario, os preguntaréis... Dejamos la pregunta en suspenso y cogemos fuerzas para gritar ¡locuras, maravillas, genialidades, virguerías! De la magistral dirección del Sr. Vai, disfrutamos de una antología musical sin referentes: un repaso por los temas más emblemáticos de su último trabajo “Real Illusions Reflections” aderezado con constantes alusiones a temas acústicos como el “Sisters” o el “Call it Sleep”, y pasando por clásico-míticos como el “Liberty” o el “For the Love of God”, donde todos quedamos boquiabiertos viéndole interpretar la melodía tumbado de espaldas sobre las manos del público que le sostuvo, meció y devolvió indemne al escenario a tiempo para la apoteosis del tema... y todo ello sin errar una sola nota a pesar de los meneos y sacudidas. Asimismo flipamos con cada “solitario” que se marcó cada uno de los músicos: cada uno de ellos habría podido darnos un concierto por sí solo. Por cierto, ¿habéis visto alguna vez el típico “cruce de manos” que se marcan entre guitarras algunos grandes? Imaginad a cuatro monstruos deleitándonos con continuos intercambios de manos entre ellos sin perder la melodía ni un solo momento.

Cosas nos dejamos en el tintero, como el espectacular traje-láser y los juegos de luces que pudimos ver hasta en el mástil de la guitarra cuando salió a tocar “Midway Creatures”, mientras su mano izquierda dibujaba “a láser” las notas en el neblinoso ambiente de la sala, pero es imposible comprimir aquí tres horas de auténtico lujo audiovisual que quedarán a fuego grabadas en nuestras memorias como otro capítulo destacado más dentro del rock actual. En resumen, calidad y más calidad por todas partes, buen espectáculo, buena música y buen rollo entre todos ellos. Yo no me perdería su próxima actuación aunque el rock no fuese mi música preferida.