Abanderados del punk melódico, a día de hoy, poco tiene de punk una banda de las características de Green Day. Se han apoderado de los típicos clichés de las mega estrellas del rock y obviamente en eso se han convertido. De tocar en casas ocupadas o en la entrañable y desaparecida sala Garatge, ahora llenan pabellones y estadios con una facilidad pasmosa.

No es de extrañar que se olviden por completo de sus primeros trabajos y que los temas más antiguos pertenecieran a “Dookie”, su álbum más emblemático y el que los llevó a la fama multitudinaria. Incluso se atreven a versionear a Queen, con un “We are the champions”, karaoke incluido, que coreó todo el mundo.

Pero a pesar de todo, siguen siendo los mismos tipos desenfadados, engreidos y tontitos, eso sí, muy entrañables. Billie, Mike y Tre Cool están respaldados por tres músicos más sobre el escenario, dos se encargan de la sección de viento y un guitarra adiccional, ya que Billie Joe se dedica más a cantar y montar el numerito que a aporrear la guitarra.

Aún siguen con la tradición de subir a alguien del público a tocar sus instrumentos, y los tres chavales que lo consiguieron estaban sobre una nube creyéndose por momentos los tíos más geniales del planeta. Lo hicieron bien y se ganaron las risas de todos y lo mejor, la ovación más grande de toda la noche.

Fuegos, explosiones, conejitos, Village People, y miles de adolescentes que tanto les da que sobre el escenario estén Green Day como Avril Lavigne o La Oreja de Van Gogh, fueron el detonante de una velada creada para jóvenes, muchos acompañados por sus padres que en aquellos momentos envidiaban la edad de sus hijos.