Para responder grandes preguntas hay bastante, a veces, con una canción. Con un sentido casi religioso, El petit de Cal Eril hurga el muelle del hueso de las emociones más íntimamente humanas y se sale con el equilibrio justo de nostalgia y optimismo, de serenidad y de esperanza.
Su nuevo disco, Vol i dol , combina espíritu folk, gotas de psicodelia y sobre todo un sello propio, quizás por el optimismo rural, el olor de chicle y el ruido de tractores de esta Segarra donde nació Joan Pons, voz y alma del grupo.
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