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POLAR
+ DAMIEN LOTT (Rock)



22:00h. ENTRADA: 10 euros.
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POLAR

Cualquier grupo que lleve más de diez años en funcionamiento corre el riesgo de caer en una dinámica negativa. No tiene nada que ver con alcanzar el éxito, sino con el peligro que supone convertir en rutina un trabajo que debería ser fruto del placer y la necesidad creativa. Los valencianos Polar editaron su primer Ep en 1997, y más de uno debió pensar que “Feedback”, el álbum de versiones que publicaron en 2008, marcaba un punto de inflexión en su trayectoria. Así ha sido.
A todos los efectos, “Fireflies in the alley” significa el comienzo de un nuevo capítulo en la historia del grupo. No sólo porque cambian de sello, ni porque hayan grabado por primera vez con el infalible Paco Loco, sino porque contiene la mejor colección de canciones que hayan grabado nunca. Así de rotundo. Así de cierto.
Cuando la inercia parecía abocar al cuarteto a girar sobre sí mismo siguiendo unas coordenadas sonoras que siempre les habían granjeado buenas críticas y un sólido reconocimiento a nivel especializado, Jesús de Santos, Miguel Matallín, Paco Grande y Jesús Sáez han decidido dar un paso al frente sin traicionar ninguno de los preceptos que les han situado en el lugar que ocupan (discreto, si se quiere, pero incuestionable) en la escena rock estatal.
Quien quiera recurrir a los nombres habituales para situar “Fireflies in the alley” podrá hacerlo, porque la banda no reniega de su background, pero una escucha atenta del disco demuestra que Polar han crecido de manera espectacular: Sus característicos crescendos de guitarras nunca habían alcanzado la intensidad de “All The Music People” o “Your Song” (una de las canciones del año, sin discusión). Y si hay quien descubre guiños cómplices a The Velvet Underground en “The Hunting Bird” es porque los valencianos son sus legítimos herederos en el panorama musical español actual. Aunque es probable que el tema que más sorprenda sea “Coronado II”, un instrumental surf teletransportado al presente desde los años 50 que habría firmado gustoso Angelo Badalamenti (para incluirlo, claro está, en una banda sonora de David Lynch).
Los nuevos Polar son los de siempre, pero, al mismo tiempo, algo ha cambiado. Seguirán actuando en directo cuando las circunstancias se lo permitan y permanecerán alejados de los focos, porque la fama no es su meta, pero “Fireflies in the alley” constata, felizmente, que su ambición artística no tiene límite.


EDUARDO GUILLOT
+info: www.myspace.com/polartheband


DAMIEN LOTT

El mundo al revés. El panorama actual de la industria musical nos depara unas cuantas curiosas paradojas como las siguientes: los grandes grupos graban en inmensos estudios en pocos días, buscando esa inmediatez y frescura que el tiempo les ha arrebatado. Mientras tanto, músicos (todavía) pequeños como Damien Lott, maduran durante años un álbum de debut pulido y purificado hasta la extenuación, donde la energía y el descaro brillan con fuerza propia. De alguna manera, Carlos Soler, el nombre detrás de estas canciones, es un poco como un loco científico de melodías que se encierra en su laboratorio para desarrollar esa fórmula que de una nueva luz al mundo.

Hace ya tres años que Soler decidió encerrarse en su habitación, dejando aparcado todo lo que ocurría en su mundo, para dar forma a un disco que le rondaba la cabeza, que no le dejaba dormir (“A veces pienso que es normal vivir sin dormir / cuando no intento ser feliz duermo mucho mejor” canta en “Pascua”) y que hoy deslumbra entre los paisajes lisérgicos de XTC, la energía y la fuerza vocal de Matthew Sweet y, sobre todo, descubre a uno de los artistas que mejor ha sabido darle voz al rock en castellano. Como un orfebre puliendo su mejor diamante, como un artesano limando hasta el más mínimo detalle de su mejor obra, Carlos Soler ha ido conformando un disco monumental, una obra ambiciosa, repleta de arreglos, detallista hasta rozar lo enfermizo, y es que este disco hay que escucharlo desde dos perspectivas diferentes: lo que estamos escuchando y cómo está hecho el festín que nuestros oídos degustan. Tan solo imaginarse a nuestro protagonista grabando voz tras voz hasta conseguir esas maravillosas armonías vocales y coros de canciones como “Quien soy”, las pobladas palmas de “Pascua”, las decenas de pistas de temas como “Erase and Fall” o “Fuego amigo”, las diferentes capas de orquestaciones (cuerdas, vientos, percursiones) que pueblan el disco, la técnica para acometer una instrumentación y aparataje tan variado... Algo que sin duda solo está al alcance, a día de hoy, de un genio con toda la libertad que le ofrece el no pertenecer aún al meollo discográfico, el tiempo como único límite (y con todo éste por delante), un esfuerzo descomunal y mastodóntico por encajar las piezas de un puzzle que cada día aparecía con nuevas posibilidades.

Pero no cabe duda que lo más importante es ese resultado final que hoy nos acongoja, que funciona como una especia de enciclopedia musical en el que podemos escuchar a The Beatles, The Beach Boys, Led Zeppelin, Hank Williams, Nirvana, Arcade Fire, Weezer... coleccionada en forma de singles impecables, incontestables, redondos (tanto como lo es un vinilo), con unas letras insomnes que hablan de la soledad de ese proceso, del que encuentra su vida volcada a la creación, y que finalmente sirven como reflexión sobre la relación del autor con su obra, con sus influencias, como si fuera un meta disco hecho de manera no consciente: “Cada vez que escribo una canción / me convierto en un ladrón / y me escondo para no estorbar / y nunca más hablar” en “Mesa Tormenta”; o como canta en “Impersonator”, “Él era un cuadro fácil / para cualquier doctor. / Tenía mucho dentro / y nada de valor. / Pero guardaba algo, / que aunque no era especial, / si lo sacaba a tiempo / te elevaba a dos metros de él.”

¿Quién dijo que los discos de habitación nunca sonarían grandes? ¿Quién fue el que afirmó que algo nacido al amparo de una habitación no podría optar a los podios más altos? Damien Lott ha llegado con el signo de los tiempos bajo el brazo, bien aferrado a él, y lo ha hecho con la genialidad por sombrero, la inspiración de abrigo y el esfuerzo de pijama. Como el que acaba de llegar de un enorme y larguísimo viaje nocturno por paisajes recónditos, pero, cosas de la vida, todos ellos estaban en su habitación.

+info: www.myspace.com/damienlott
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