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MARIA RODÉS
+ THE GRAVEDANCERS



21:00h. Apertura puertas: 20:30h. ENTRADA: 12 euros. Anticipadas: 10 euros.
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Os hemos estado hablando de Maria Rodés desde que la descubrimos de la mano de Cydonia Records en su proyecto Oniric; la desbordante personalidad artística que supuraban sus canciones y su interpretación hicieron que no solamente nosotros, sino gran parte del público que merodea por el subsuelo musical barcelonés nos quedáramos prendados de ella. En Oniric la rodeaban músicos que la ayudaron a vertebrar lo que fue esa primera experiencia discográfica. La proyección cada vez mayor de la voz y la guitarra de Maria hicieron que poco a poco surgiera la idea de afrontar su segundo disco, y en él adoptó su propio nombre de manera definitiva, aliándose con Ricky Falkner (Standstill, Love Of Lesbian, The New Raemon) para la producción, encerrándose ambos para crear el bello artefacto que nos traemos entre manos. Hay varios rasgos que convierten a Maria en un rara avis en nuestros lares, pero es sobretodo su hipnótica voz lo que cautiva a la primera escucha. Su manera de cantar, como un susurro al oído que penetra en el sistema nervioso como un ansiolítico dulce y travieso. Un susurro que seduce, pero sin llamaradas ni opulencia, con una discreción tierna y magnética, como la voz que cuenta una fábula infantil sin final feliz, resignada y serena ante el tormento de los demonios interiores. Una maravilla de valor incalculable, frágil, cercana y totalmente cautivadora. Más allá de la voz, el cuidado con que los arreglos musicales se van desgranando, a medio camino entre los sonidos pequeños y pueriles de Pascal Comelade y la desolación cinematográfica y sombría de PJ Harvey o Beth Gibbons, convierten a su música en la pareja de baile perfecta para esa voz que reflexiona sobre las tristezas y las alegrías en canciones con preciosas melodías como la de "Desorden", "Una forma de hablar" (canción que da título al disco) o "Invisible". Pinceladas de jazz sobre cimientos de canción de autor, atmósferas íntimas, caseras, hechas a mano, cálidas y antiguas, evocando sonoridades de los años 40 y 50 del siglo pasado hacen que la producción del disco sea perfecta para hacer que Maria brille como nunca. Y el resultado final, la obra de una cantante y compositora definitivamente especial, que nada tiene que ver con el resto de voces de su generación y que es capaz de seducirnos por su inteligencia en cada detalle de sus composiciones y por la extraña e irresistible belleza de sus palabras.
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