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20:00h. ENTRADA: 7 euros.
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Atención Tsunami es la ola que fregó del mapa a los seis integrantes de los extintos healthcontrol, grupo madrileño formado en 2002. La mutación tuvo lugar en pleno proceso de grabación de lo que iba a ser el segundo disco de hc [la continuación de Estacalma (Estoescasa! 07)] y que, de este modo, se convertirá por tanto en el debut discográfico de AT!

AT! pertenecen al nuevo regimiento de grupos independientes españoles que apuestan por la autoedición, el castellano, el esfuerzo continuado y la integridad. Ya como healthcontrol sus directos se ganaron a pulso una reputación excelente en el circuito independiente: consisten en un enérgico despliegue audiovisual imprevisible siempre por diferente, preparado con mimo y, a menudo, aderezado de sorpresas, tanto sonoras como visuales.

Su primer trabajo lleva por título El Lejano Oyente y salió al mercado el 19 de enero de 2009, bajo su sello Estoescasa! Se grabó en Madrid, en Estudio Brazil por Javier Ortiz, mezclado en el estudio Echo Sound Design de Brighton por Javi Otero y Warren Lambert y masterizado en Golden Mastering (California) por John Golden.

El monólogo interior bruto, asincopado y tenso de "3.000 obstáculos" abre un disco de rock contemporáneo singular y sorprendente, rico en detalles, en intención y en ángulos, a ratos salvaje (el desenfreno eléctrico y bailable de "Técnicamente sí" o el manifiesto tsunamita en latín de "Ésta es"), a ratos doméstico y delicado (lo recorre una corriente acústica subterránea, con la vulnerabilidad a flor de piel de "Un eco con dientes", los tejados y luces nocturnas de "Hambre" o la preciosa burbuja invernal de "La chica que se cae", que esconde una abeja atrapada en su interior). Canciones que se desarman hasta quedarse en un puro balbuceo que se arroja al vacío con un acorde piano ("La Deutsche vita") o que, por el contrario, crecen poco a poco sobre un texto poderoso hasta estallar (la valiente "El planeta imaginario"). Las hay también habitadas por autómatas, como sucede con el despegue espacial, denso e hipnótico de "Irina no sabe que es un robot" (uno de los cortes más sobresalientes) y con algún que otro encuentro en la tercera fase, el de la pegadiza "Kanashibari" y su marejada electrónica... Todo ello, unido a la particular idiosincrasia que irradian sus letras en castellano, los instala en un solar propio dentro de la escena nacional, difícilmente asimilable a otros discursos.
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