Canibal Sound System:
BARRIO NEGRO
+ DJ MAMAYÉ
24:30h. ENTRADA: 10 euros. con consumición.
¿El regreso de la rumba catalana? ¿La alternativa periférica al nuevo flamenco? ¿La última gran sorpresa de la escena mestiza barcelonesa? ¿La rumba quilla de nuestros días? Hay algo de todo ello en Barrio Negro, pero lo suyo es difícil de etiquetar. Sería casi imposible encontrar otro grupo con el mismo perfil musical.
Vengue y Cholo. O lo que es lo mismo: Toni y Raúl Martín. Hermanos, de 27 y 22 años. No son gitanos, aunque, curiosamente, su madre nació y se crió en una casa del Somorrostro en la que anteriormente había vivido la mismísima Carmen Amaya. Su padre, sevillano de origen, era (y sigue siendo) un entusiasta de artistas como Bambino, Los Chichos y Camarón.
Barrio Negro se han curtido en cuadros flamencos, cantando para el baile. A compás. Sin embargo, tienen claro que lo suyo es un grupo de canciones. Y “Báilame” su primer disco (editado por la independiente K-Industria). Un grato debut repleto de melodías raciales y pegadizos estribillos. Tan rítmico como sentido. Visceral y sentimental al mismo tiempo.
Se hacen llamar Barrio Negro en homenaje a un viejo disco de Tomatito y sus canciones saben a barriada. Concretamente, al Carmelo barcelonés. Viven casi en la cima de esta pequeña montaña urbana, hoy conocida más bien por su accidental sima. La historia de este barrio es toda una leyenda local que hace pocos años saltó a los telediarios. Zona de abolengo quinqui en los años 70 que, cuando creía haber salido de la penuria suburbial, vio como unas obras del metro hundían varias calles y la estigmatizaba una vez más.
Pero antes de que esto último pasara, Toni y Raúl ya se bautizaron como Barrio Negro. Su historia se remonta a noviembre del 2002. Empezaron a escribir canciones sin pensar en el futuro. Tanto es así, que Toni se marchó a Ibiza a vivir. Ya se había establecido allí, trabajando en un hotel, cuando ese proyecto musical que empezaron como un pasatiempo le hizo volver. En el 2004 montaron una banda y con ella actúan desde entonces.
Toni Martín Vengue canta y escribe las letras. Su hermano, Raúl Martín Cholo, toca la guitarra y es el principal culpable de que exista Barrio Negro. Iba para futbolista profesional cuando, a los 16 años, tuvo una lesión que le apartó del deporte. Cogió la guitarra casi de casualidad y sus profesores enseguida advirtieron en él una facilidad innata.
En los conciertos se atreven con palos como las alegrías y las tarantas. “Báilame” en cambio, está compuesto casi íntegramente por rumbas y bulerías. A veces incluso mezcladas en una sola pieza (“Tu mirada”, “Como huele el aire”). Reivindican también la rumbalada como genuina forma de expresión (en la melancólica “Aunque pase el tiempo”) y la casan incluso con la soleá (“Dueña de mi alma”). Del mismo modo, juguetean con el hip hop en el tema que da título al disco (con la colaboración del rapper venezolano Ragatek) o cierran “Yo quiero verte bailar” con flow de reggaetón. Coquetean con el rockabilly (en la rumbera “Esa rubia”) o las flautas progresivas (“Como va eso”). Tanto se tercian por rumba fatal (“Tú no mas querido”), bailonga (“Ven, ven, ven”, “Tengo que decirte”) o urbana (“Por las calles de mi barrio”), como se adentran en hondas bulerías (“Pétalos y espinas”).
Trece deliciosas canciones (y un extenso fin de fiesta oculto) que ellos mismos se han producido con escasos medios. Sin embargo, lo que podía haber sido un handicap ha revertido a su favor: esas texturas primarias, de madera golpeada, le confieren una cercanía y veracidad poco comunes hoy en día. Suena como si estuviesen tocando en el cuartito de al lado.
BARRIO NEGRO
+ DJ MAMAYÉ
24:30h. ENTRADA: 10 euros. con consumición.
¿El regreso de la rumba catalana? ¿La alternativa periférica al nuevo flamenco? ¿La última gran sorpresa de la escena mestiza barcelonesa? ¿La rumba quilla de nuestros días? Hay algo de todo ello en Barrio Negro, pero lo suyo es difícil de etiquetar. Sería casi imposible encontrar otro grupo con el mismo perfil musical.
Vengue y Cholo. O lo que es lo mismo: Toni y Raúl Martín. Hermanos, de 27 y 22 años. No son gitanos, aunque, curiosamente, su madre nació y se crió en una casa del Somorrostro en la que anteriormente había vivido la mismísima Carmen Amaya. Su padre, sevillano de origen, era (y sigue siendo) un entusiasta de artistas como Bambino, Los Chichos y Camarón.
Barrio Negro se han curtido en cuadros flamencos, cantando para el baile. A compás. Sin embargo, tienen claro que lo suyo es un grupo de canciones. Y “Báilame” su primer disco (editado por la independiente K-Industria). Un grato debut repleto de melodías raciales y pegadizos estribillos. Tan rítmico como sentido. Visceral y sentimental al mismo tiempo.
Se hacen llamar Barrio Negro en homenaje a un viejo disco de Tomatito y sus canciones saben a barriada. Concretamente, al Carmelo barcelonés. Viven casi en la cima de esta pequeña montaña urbana, hoy conocida más bien por su accidental sima. La historia de este barrio es toda una leyenda local que hace pocos años saltó a los telediarios. Zona de abolengo quinqui en los años 70 que, cuando creía haber salido de la penuria suburbial, vio como unas obras del metro hundían varias calles y la estigmatizaba una vez más.
Pero antes de que esto último pasara, Toni y Raúl ya se bautizaron como Barrio Negro. Su historia se remonta a noviembre del 2002. Empezaron a escribir canciones sin pensar en el futuro. Tanto es así, que Toni se marchó a Ibiza a vivir. Ya se había establecido allí, trabajando en un hotel, cuando ese proyecto musical que empezaron como un pasatiempo le hizo volver. En el 2004 montaron una banda y con ella actúan desde entonces.
Toni Martín Vengue canta y escribe las letras. Su hermano, Raúl Martín Cholo, toca la guitarra y es el principal culpable de que exista Barrio Negro. Iba para futbolista profesional cuando, a los 16 años, tuvo una lesión que le apartó del deporte. Cogió la guitarra casi de casualidad y sus profesores enseguida advirtieron en él una facilidad innata.
En los conciertos se atreven con palos como las alegrías y las tarantas. “Báilame” en cambio, está compuesto casi íntegramente por rumbas y bulerías. A veces incluso mezcladas en una sola pieza (“Tu mirada”, “Como huele el aire”). Reivindican también la rumbalada como genuina forma de expresión (en la melancólica “Aunque pase el tiempo”) y la casan incluso con la soleá (“Dueña de mi alma”). Del mismo modo, juguetean con el hip hop en el tema que da título al disco (con la colaboración del rapper venezolano Ragatek) o cierran “Yo quiero verte bailar” con flow de reggaetón. Coquetean con el rockabilly (en la rumbera “Esa rubia”) o las flautas progresivas (“Como va eso”). Tanto se tercian por rumba fatal (“Tú no mas querido”), bailonga (“Ven, ven, ven”, “Tengo que decirte”) o urbana (“Por las calles de mi barrio”), como se adentran en hondas bulerías (“Pétalos y espinas”).
Trece deliciosas canciones (y un extenso fin de fiesta oculto) que ellos mismos se han producido con escasos medios. Sin embargo, lo que podía haber sido un handicap ha revertido a su favor: esas texturas primarias, de madera golpeada, le confieren una cercanía y veracidad poco comunes hoy en día. Suena como si estuviesen tocando en el cuartito de al lado.