A Lildami se le queda pequeña la etiqueta trap. Su ambición va más allá de una fórmula estereotipada, y eso hace que su música tenga un alcance abrumador que expande los límites y los estereotipos con los que se han venido asociando las músicas urbanas de nueva generación, y también la producción de la escena catalana. En su receta especial hay espacio para muchas cosas, que combinadas de manera imaginativa –experimentos con ritmos y exploración de texturas en la voz, ritmos bien marcados, melodías sencillas y pegadizas–, obran el milagro: lleva tres años en el juego, y aún no ha conquistado su límite. Lildami, además, maneja un código propio: canta en catalán, refleja la manera de hablar de la calle, y evita asociar las músicas urbanas a los estereotipos del sexismo y las drogas. Una voz positiva, con una actitud poderosa y un sonido novísimo: ahora que llega la hora del directo y de la presentación de su nuevo disco, Viatge en espiral, es la hora de saber a qué suena el futuro.
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