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APOLOGIA DEL MATRICIDIO
Importa relativamente poco que «Todo Sobre Mi Madre» obtenga o no el Oscar. Es más, ni siquiera viene al caso que lo merezca, o que la célebre estatuilla esté pensada para

recompensar cualquier aspecto de una película excepto su calidad artística. Como sucede con todo galardón oficial en el que ande en juego dinero o poder, pactos preconcebidos habrán decidido los resultados de antemano. Lo que en justicia debería premiarse es un arte superior: la capacidad del sistema cinematográfico para endilgar la misma patraña año tras año. El auténtico espectáculo, el peliculón sublime, es ganarse la complicidad del gran público prescindiendo de las modificaciones e imaginación que toda rutina circense precisa si no desea caer en desuso. Sin introducir novedad alguna en su discurso los Oscar siguen siendo para mucha gente el índice bursátil de una cartelera sin alternativas; sinónimo de éxito, ese mal de nuestro tiempo, que no de valores intrínsecos. Camuflados de criterio “académico”, los intereses de la industria predominan sobre los del espectador, pero a éste se le hace creer que de algún modo los suyos se tienen en cuenta en el Dorothy Chandler Pavillion, que secundando la representación participa en el superficial devenir del negocio del
celuloide aunque sea inmerso en cifras de mucho cero, como parte infinitesimal y pasiva de unas estadísticas de recaudación determinantes a la hora de designar candidatos o viceversa.


Es un círculo vicioso del que no hay escapatoria. L confabulación mediática lleva meses uniformando a la opinión pública como el rodillo hace con la levadura, es decir por aplanamiento. A estas alturas de la
jugada se corre el riesgo de pasar por imbécil si uno discrepa de esa creencia homogénea que da por obra maestra a «Todo Sobre Mi Madre», lo reconozcan o no en Hollywood, ya que después de tanto consenso no habrá si llega el caso quien acepte la derrota aquí en España, sobre todo la moral. De hecho parece que sea delito pensar de otro modo, que se incurra en traición si, por ejemplo, a alguien le da por cuestionar a un
intocable del calibre de Almodóvar argumentando que en dicha película se refleja un autor cansado y endogámico, que la interpretación de Cecilia Roth es inferior a su trabajo en «Martin Hache», que Antonia San Juan es un “doppelganger” de Bibi Andersen, que el guión es inverosímil o que, sencillamente, «La Ley Del Deseo» es la película que debería haber representado a Almodóvar en la gran orgía onanista de Hollywood si está tuviera algún sentido común.

en España, sobre todo la moral. De hecho parece que sea delito pensar de otro modo, que se incurra en traición si, por ejemplo, a alguien le da por cuestionar a un intocable del calibre de Almodóvar argumentando que en dicha película se refleja un autor cansado y endogámico, que la interpretación de Cecilia Roth es
inferior a su trabajo en «Martin Hache», que Antonia San Juan es un “doppelganger” de Bibi Andersen, que el guión es inverosímil o que, sencillamente, «La Ley Del Deseo» es la película que debería haber representado a Almodóvar en la gran orgía onanista de Hollywood si está tuviera algún sentido común.

Como realizador, el manchego no tiene necesidad alguna de involucrarse en la farsa. No quisiera faltar, pero es poco probable que una persona medianamente cabal no albergue serios recelos respecto a una distinción que antes ha recaido en cineastas tan poco aleccionadores como Garci o Trueba. Como accionista de El Deseo S.A., que duda cabe, a Almodóvar y a cualquiera un Oscar le viene de fábula. Mejor él que no otro, desde luego, pero dice muy poco en favor de una industría experta en fabricar ficciones la gruesa urdimbre del tinglado montado con la carrera hacia el Oscar de «Todo», un “making of “ a priori atiborrado de condecoraciones preliminares, propaganda pura y dura con la que secuestrar las endebles entendederas del vulgo. ¿Hay algo menos emocionante que lo programado? Desde luego: los Goya -esa cateta versión doméstica de la fantochada-, o lo que pueda pasar cuando quienes deciden de verdad crean que ya es tiempo de librarle un monigote a Banderas. Aterrador, sin duda.

Modelo exclusivo recomendado por el gabinete psicoestético de esta revista a Pedro Almodóvar para cuado recoja los dorados laureles de Hollywood






RUTA 66 # 159
Texto:: JAIME GONZALO
Copyright 2000, RUTA-66 )



Atiza-1999-2000