El ya clásico y veraniego Festival Jardins de Pedralbes ha cambiado desde esta edición su ubicación hacia el Poble Espanyol, lugar donde durante algo más de un par de semanas aliviará las calurosas noches con buena música, sobretodo si ésta viene de la mano del estiloso y apuesto cantante de Stockton. No se ha prodigado Chris Isaak en demasía en la Ciudad Condal, la última que yo recuerde en el Auditori, hace más de una década, días después de su mitificada actuación en el Azkena vitoriano; y aunque entonces presentara disco, “Mr. Lucky”, y en esta ocasión todo apuntaba a un show de grandes éxitos, la velada resultó casi calcada en cuanto a temas, gimmicks escénicos, comentarios entre canciones, etc., por lo que el amigo Chris parece estar en un momento de su carrera en el que apuesta sobre seguro, la cosa funciona, y no le parece necesario arriesgar lo más mínimo.

Apareciendo con la misma banda que lleva más de treinta años respaldándole, lo que siempre suma y confiere la calidez de estar ante un grupo de amigos disfrutando, demostró seguir en estupenda forma tanto física a sus 67 años, como en el aspecto vocal, básico para picotear en sus facetas varias de crooner, rock’n’roller o baladista melancólico para corazones destrozados. Aunque arrancó optimista con los aires Nashville de “American Boy”, pronto reparó en esa obra maestra para cortarse las venas que es “Forever Blue”, interpretando en los primeros impases “Somebody’s Crying”, “Don’t Leave Me On My Own” o “Go Walking Down There”. Pronto cayó “Wicked Game”, sublime como siempre, y yo me pregunto si es necesario cuando se tiene delante a un vocalista de este calibre a punto de entonar los gorgoritos quizás más míticos de las últimas décadas, el intentar emularlo, sobreponiendo tu voz a la del artista y jorobando el momento a tus vecinos… dichoso público el que acude a ciertos eventos.

La banda al completo sentada y en primera línea intercaló un set intimista que como en otras ocasiones acudió a favoritos personales como Orbison o Presley en “Oh, Pretty Woman”, “Only The Lonely” o “Can’t Help Falling In Love”, las de siempre vaya… y hubo tiempo para que el bajista Rowland Salley (me declaro fan absoluto de este hombre, por momentos incluso eclipsa al propio Isaak), tomara la voz cantante en su propia composición “Killing The Blues”, en un curioso detalle que oxigenó el bolo. Por lo demás, derroche de clase y carisma del torturado cantante y de su compacta y eficiente banda, en un show milimetrado que volvió a emanar aires fronterizos en “La Tumba Será El Final” de Flaco Jiménez y que rockanroleó a gusto en “Dancin’” o “San Francisco Days”. Y así, aun con la sensación de haber visto de nuevo lo mismo que lustros atrás (¡la anécdota con James Brown!), satisfacción ante el saber hacer de unos músicos de nivel, que siempre consiguen hacerte olvidar todo durante hora y media, no solo por su música, sino también por ese sentido del humor tan elegante y poco habitual insertado en una velada de estas características.